Volver, pero... ¿a dónde?

Atravesada en la garganta, nace y crece una angustia. Cuando trato de dormir me aqueja y permanezco en vela hasta bien entrada la madrugada. Cuando es la hora de madrugar me deja postrada en la cama y no me invita a disfrutar el día. Pocas veces me ha ocurrido, pero ahora se presenta ante mí la incertidumbre de haberme perdido. Cuando estoy en la ciudad tengo unas ganas inmensas de volver a mi hogar, encontrarme con mi gente, mirar el paisaje que veo desde el balcón, recorrer esas calles que me sé de memoria... Pero cuando estoy en mi lugar, sólo el primer día promete, todos se alegran de verte, sólo ves sonrisas, duermes como nunca y te sientes plenamente bien. Pero pasan los días y la gente ya no siente ese entusiasmo, parece que no os importáis tanto como pensabas allá en la añoranza, comienzas a aburrirte y te entran ganas de volver a la que te niegas a llamar 'tu casa'. Piensas en qué se te habrá perdido por allí que tanto te llama el volver, serán las ganas de huir, de seguir buscando aquello que no encuentras. Piensas en tus compañeros, ¿ te habrán echado de menos ? ¿ tendrán ganas de volver a verte ? Ahora sólo piensas en volver a esa rutina que no termina de engancharte, de encontrar a esa nueva gente que a veces parece tu amiga. Quieres tener ilusión por aquello que has comenzado y, en realidad, la tienes, pero no sabes por dónde cogerla porque no es lo que un día imaginaste. Suspiro. Ármate de valor. ¿ Aún no has aprendido a enfrentarte a ti misma ? Aún no. Sabes de más y de sobra que esa angustia que ahora no sabes canalizar la creas tú misma. Otro suspiro. Sabes lo que tienes que hacer. Conoces tu modo de entender las cosas, de entender la vida. Coge tu camino y recórrelo con precisión. Comienza a hacerte valer, comienza a hacer valer aquello que quieres, aquello que aprecias.